"La historia de todos los tiempos, y la de hoy especialmente, nos enseña que... las mujeres serán olvidadas si ellas se olvidan de pensar sobre si mismas" (Louise de Otto-Peters, 1849)1

La II. República: una época llena de oportunidades para las mujeres
Antes de la guerra, uno de los mayores logros, entre otros, fue la participación de las mujeres en la vida pública. Hasta entonces, ese hecho era impensable. Las tareas relacionadas con la educación (la enseñanza) y el cuidado de las personas mayores eran las únicas ocupaciones reconocidas. Ello se debió a factores demográficos, económicos, políticos y sociales.

Promovidos fundamentalmente por movimientos sociales y políticos de izquierdas, se consiguieron grandes logros para las mujeres, como por ejemplo, el derecho al sufragio y/o el derecho a participar en la vida política.  
El levantamiento de 1936, sin embargo, interrumpió el mencionado proceso. El franquismo defendió y promovió los valores de un modelo específico de mujer. Las mujeres debían cumplir un rol y unas funciones específicas; debían ser madres, sirvientas leales, buenas esposas... siempre sometidas al hombre. Tenía que estar en casa, comportarse según los principios cristianos, ser callada y púdica... de lo contrario, el régimen las acusaba de traición a España. Ese castigo era doble en el caso de las mujeres, ya que a la represión ejercida habitualmente había que sumarle la presión ejercida sobre las mujeres.
El franquismo fue un régimen machista. Según su ideología, la mujer valía menos que el hombre. Ni que decir tiene en el caso de las mujeres republicanas o nacionalistas y además comprometidas.
La persecución ejercida contra mujeres de Amasa-Villabona
Consejo de guerra contra Dolores Arrillaga, Pilar Arrillaga, Evarista Sasiambarrena, Pilar Garcia, Ignacia Don, Gregoria Irazu, María Jesús Irazu 

Según un escrito enviado por Juan Barbe Yarza al Gobernador Civil de Donostia el 5 de mayo de 1937, todas ellas eran nacionalistas menos Pilar García Otegi. A continuación, se puede leer que eran “rabiosas separatistas”. Se trata de un documento con fecha 18 de junio de 1937 enviado por la Guardia Cívica Nacional al Ayuntamiento. En el mencionado escrito, siete vecinas de Amasa-Villabona fueron acusadas, humilladas y juzgadas por un Consejo de Guerra.
El Alcalde Juan Barbe Yarza y Manuel Garate Beraza formularon denuncias contra las mencionadas siete mujeres. Garate, de 21 años, nació en Madrid y era requeté del Tercio Oriamendi. Fueron objeto de un Consejo de Guerra (posteriormente, fueron absueltas por falta de pruebas). El objetivo era relacionar la actividad de estas mujeres con partidos políticos y movimientos concretos contrarios al régimen y acusarlas de difundir mensajes contra España. Cualquier excusa era válida para actuar contra ellas.
Las tropas franquistas irrumpen en Amasa-Villabona el 16 de agosto de 1936. Las mencionadas acusaciones fueron formuladas en Amasa-Villabona y posteriormente fueron tramitadas por las autoridades militares de la época. 1937. El 3 de mayo de 1937, estuvieron retenidas en el Asilo San José de Donostia hasta ser juzgadas.
Las mujeres de Amasa-Villabona fueron objeto de una violencia específica durante la guerra
Durante la guerra, las mujeres sufrieron por ser mujeres, por un lado, y por su compromiso político por otro lado. El régimen relegó a la mujer a un segundo plano, imponiendo la supremacía del hombre. Es significativo que la totalidad de las acusaciones estén formuladas por hombres y que la persona propuesta para su defensa sea mujer.

Estas siete mujeres fueron obligadas a realizar declaraciones autoinculpatorias.

 

 



Terror y venganza

En Amasa-Villabona los franquistas sembraron el pánico mediante una continua ostentación de poder; tenían muchos recursos para ello, siendo el más evidente el control del propio Ayuntamiento2. Actuaron como si el pueblo fuera de ellos, denunciando a los vecinos y colocándolos en el punto de mira de la represión. Desde esa posición privilegiada, la población civil fue víctima de una cruel y brutal persecución.
La importancia de los colaboradores a la hora de formular acusaciones

Si bien los Ayuntamientos disponían de recursos para ejercer la represión, no podemos olvidar el papel de los colaboradores a la hora de reforzar las acusaciones formuladas. Para completar las acusaciones, se necesitaban testigos. Por lo tanto, los acusadores, con el fin de confirmar sus testimonios, buscaban la colaboración de terceros. A continuación, vemos como en ese sentido el industrial Antonio Subijana Tellechea echa una mano al régimen. Afirma que Juan Barbe y Manuel Garate están en lo cierto y que tanto la pena como el período de reclusión impuestos están justificados, por ser “nacionalistas muy destacadas”.
Asimismo era colaboradores del régimen Jose Maria Subijana, Luis Subijana y José Ubarrechena, entre otros. Todos ellos hombres leales al servicio de España (eso es lo que comunica Barbe a las autoridades para que sean reconocidos). Recabaron denuncias contra las mencionadas mujeres para posteriormente remitir la correspondiente información a las autoridades españolas. A cambio, fueron recompensados.
Cuando el Tribunal Militar estaba a punto de dictar sentencia, Barbe emite un informe en el que ratifica que esas mujeres eran peligrosas porque criticaban al régimen franquista y porque apoyaban al bando contrario. La Falange emite asimismo su informe basado en el de Barbe.
El 25 de octubre de 1937, el Consejo de Guerra dicta sentencia. Las siete mujeres son absueltas “por no poder probar auxilio a la rebelión”, pero se les impone una multa. El franquismo utilizó las multas para financiar el régimen. En el caso que nos ocupa, las multas fueron impuestas según el poder adquisitivo de estas mujeres; cuanto más dinero más cuantiosa la multa.
Consejos de Guerra sumarísimos para humillar a las mujeres

Las penas impuestas eran diferentes para las mujeres y para los hombres. Mientras los hombres republicanos eran ejecutados las mujeres eran “perdonadas”. El perdón otorgado, en cambio, salía caro en la mayoría de los casos. En ese sentido, las mujeres eran víctimas de acoso sexual e insinuaciones, amenazas de quitarles a sus hijos, estancias obligatorias en casas de acogida, humillaciones, cortes de pelo...Hay que tener en cuenta que para cumplir con el canon de belleza impuesto a las mujeres en aquella época había que llevar el pelo largo, idea estrechamente asociada a la religión católica por otro parte. El objeto de los cortes de pelo mencionados era dejar a las mujeres en evidencia delante de todo el pueblo y provocar sentimientos de vergüenza y repulsión por parte de los hombres.
Durante siglos, las mujeres han estado marginadas en la vida social y han sido educadas para ser deseables a los ojos de los hombres.
Evarista Sasiambarrena: Secretaria de Emakume Abertzale Batza en Amasa-Villabona

Fue hasta 1931 secretaria de Emakume Abertzale Batza –Asociación femenina del Partido Nacionalista Vasco– en Amasa-Villabona, con más de 170 afiliadas (Ugalde 1993: 288). La denuncia formulada contra ella es muy significativa, así como la auto-inculpación conseguida por Manuel Garate, en la cual le obligaron a declarar que había sido nacionalista pero que ahora se posicionaba a favor de España.
Evarista se negó a cumplir una orden dictada por el alcalde, y en consecuencia, fue obligada a recorrer las calles de la localidad con la bandera española. El presente documento lleva el sello del Ayuntamiento.
El caso de Juanita Berakoetxea, Antonia Astiasaran y Petra Vidaurre. Obligadas a recorrer el pueblo con el pelo corto.
Dentro de la persecución ejercida contra las mujeres, fueron especialmente graves los cortes de pelo y el uso del aceite de ricino. Una forma de humillar físicamente a las mujeres era cortarles el pelo y suministrarles aceite de ricino para provocar la menstruación. En Villabona fueron obligadas a recorrer la Calle Nueva. Ese ritual se repetía en todas las localidades “liberadas” por los franquistas acompañado por la banda de música municipal correspondiente. Y todo ello soportando las carcajadas y los insultos de las mujeres contrarias a la república. Las esposas de los franquistas, por lo tanto, colaboraron en la tarea de rebajar a la mujer.
En Amasa-Villabona, una familia franquista de la época decidió finalmente poner fin a la mencionada práctica.

1. Testimonios: Acusaciones formuladas para su ingreso en la cárcel. Las opciones para la defensa eran prácticamente nulas.
2. Informe policial para formular acusaciones.
3. Posteriormente, las acusaciones son completadas por los informadores y responsables municipales.

Evarista Sasianbarrena (1937) en la cárcel de Ondarreta, sosteniendo un libro. Fue hasta 1931 secretaria de Emakume Abertzale Batza –Asociación femenina del Partido Nacionalista Vasco– en Amasa-Villabona.
Petra Vidaurre era nacionalista. Le cortaron el pelo y fue obligada a recorrer las calles de Villabona entre los insultos y las carcajadas de los franquistas.
Una cruel persecución contra las mujeres de los combatientes de la república: el caso de Saturnina Ramila, Antonia Astiasaran y Benita Arteaga
Durante la Guerra Civil, la participación de la mujer en las instituciones políticas fue escasa; mientras los hombres morían en el frente, eran ejecutados o huían, las mujeres permanecían en sus hogares cuidando de sus hijos, en una situación de total indefensión, con dificultades para cubrir las necesidades básicas en la mayoría de los casos; y por si fuera poco conscientes de la magnitud de la venganza ejercida sobre ellas.

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Estas mujeres fueron detenidas en Villabona mientras sus maridos combatían en el frente y fueron acusadas de hacer un llamamiento a la rebelión. Las condenas impuestas fueron muy severas y tuvieron que cumplirlas casi íntegramente.
El franquismo castigaba el aborto con la cárcel
Tal y como podemos comprobar en el presente documento, una mujer de Villabona fue condenada a 35 años por abortar.

Denuncias de infanticidio contra mujeres
En el caso de las mujeres, para sufrir las consecuencias de la represión franquista, no era necesario ser encarcelada o detenida. Fueron muchas las viudas que no tuvieron la opción de trabajar y que fueron condenadas a vivir en la miseria por ser parientes de “rojos”. Muchas otras mujeres construyeron familias itinerantes, moviéndose por la geografía española, siguiendo el itinerario penitenciario de sus maridos, hijos o padres. A otras mujeres les quitaron sus casas.
Entre las detenidas, se distinguen dos grandes grupos, según el delito cometido. En el primer grupo estarían las mujeres que según los franquistas habían infringido la ley. Éstas eran militantes destacadas en la lucha a favor de la república y en contra del fascismo: nacionalistas, comunistas, socialistas, anarquistas, feministas... Por su lucha y por su nivel de compromiso, sabían que tenían muchas posibilidades de sufrir la brutal represión del régimen. Eran coherentes con su ideología y aceptaban su destino, y dentro de la cárcel, mostraban su intención de seguir de un modo u otro con la lucha. El segundo grupo de víctimas de la represión era mucho más amplio y plural. No se les acusaba de un delito concreto, sino de estar “al lado”. Bastaba con ser la esposa, la hija o la madre de un republicano para formar parte de ese fatídico grupo.
Y eso ha sucedido en Amasa-Villabona en el siglo XX.
1 in UGALDE SOLANO, M. (1993): “Mujeres y nacionalismo vasco. Génesis y desarrollo de Emakume Abertzale Batza (1906-1936)”. Bilbao. EHU-UPV. pág. 9.
2 El alcalde legítimo de Amasa-Villabona Valeriano Saizar Arteaga fue fusilado el 9 de octubre de 1936 con 72 años.