Autor: Urko Apaolaza. Artículo publicado en el semanario Argia, 2 de septiembre del 2014

LA GUERRA DE 1936 EN VILLABONA

Durante los últimos años se han dado pasos importantes en la recuperación de la memoria histórica en Villabona.

Gracias a las investigaciones llevadas a cabo por Aritza Kultur Elkartea, han salido a la luz los nombres de fusilados y represaliados por el franquismo durante la guerra de 1936.

Cuando los investigadores accedieron al ARCHIVO MUNICIPAL DE VILLABONA, no podían dar crédito a lo que se encontraron. Aunque parezca mentira, los franquistas no se deshicieron de cierta información durante los cuatro confusos años de la transición, y cientos de documentos, carpetas e informes comprometedores han permanecido en los estantes acumulando polvo. “Sin embargo, lo verdaderamente increíble es que durante todos estos años nadie haya examinado esos documentos” dice Esti Amenabarro.

Amenabarro es pedagoga y miembro de la sociedad  Aritza Kultur Elkartea de Villabona junto al historiador Karlos Almorza y al fotógrafo Pello Aranburu. Comenzaron a investigar los sucesos que se produjeron en Villabona durante la guerra de 1936 a petición de la fundación Euskal Memoria.
En aquella época, fallecieron 50 villabonatarras, muchos de ellos fusilados por los franquistas. El 15 de noviembre de 1936, fueron asesinadas 24 personas en Bera, en una “caravana de la muerte”. Entre ellas había cinco villabonatarras. Daniel Arrillaga, Cipriano Cardenal, Juan Echenique, Maximino Erostarbe y Adrian Quintana eran nacionalistas, políticamente activos y miembros del equipo de gobierno del alcalde del PNV Valeriano Saizar. Fueron detenidos el 29 de septiembre, y, después de permanecer varios días encarcelados en Tolosa, fueron puestos en libertad tras pagar una fianza. No les valió de mucho. A cabo de un mes fueron nuevamente detenidos y trasladados junto a otros presos de Tolosa a Ondarreta; al día siguiente quedaron en libertad.
En Ondarreta, quedar en “libertad” significaba ser fusilado. Oiartzun, Hernani, Bera… prácticamente todas las noches partía de la ciudad turística alguna caravana de la muerte con destino a recónditos lugares de los mencionados pueblos del interior. La sobrina de Cipriano Cardenal siempre ha sabido que su tío estaba en el cementerio de Bera. Cuando era pequeña solía acudir allí con su madre, y en una ocasión, ésta se dio cuenta de que el enterrador llevaba la cartera y el cinturón de su hermano.

En diciembre de 2012, la Sociedad de Ciencias Aranzadi, realizó excavaciones en el cementerio de Bera. Al lado de un muro aparecieron los restos de siete personas, tal y como los franquistas los dejaron, con las manos atadas a la espalda. Estaban a medio metro de la superficie, a la espera de que alguien los rescatara del olvido. Aritza Kultur Elkartea ha podido identificar a cinco villabonatarras, pero muchos otros no han tenido esa suerte. Son cientos los individuos enterrados en Bera, pero en la mayoría de los casos su identificación es imposible, ya que los restos han desaparecido como consecuencia de planes de urbanización y maquinas excavadoras. Tal y como canta Bide Ertzean, ahora las flores de los cadáveres vivos florecen sin cesar en esa tierra.
El mencionado tesoro documental hallado en el archivo de Villabona fue publicado por Aritza Kultur Elkartea en el libro “Analizando las huellas del franquismo”, pero sin la realización de un análisis histórico, realizando solamente una interpretación de cada documento. “De acuerdo, sabemos lo que hay en el Ayuntamiento –declararon Amenabarro y sus socios– pero ahora necesitamos saber más sobre cada caso”. Continuaron con la investigación, y en el Archivo Militar de El Ferrol, encontraron datos de todos los fallecidos y de muchas otras víctimas; voluminosos expedientes de cientos de hojas. Siguieron analizando archivos y recogiendo testimonios –han realizado unas 40 entrevistas–. Finalmente, esa ardua labor ha dado sus frutos.
En 2013, en un panteón de Amasa se hallaron los restos de cuatro personas, “pasados por las armas”, según consta en el libro parroquial.  En la placa solo figuraba el nombre de un fusilado, ahora figuran todos. Por otro lado, la productora Belharra ha realizado un documental bajo la dirección de Bertha Gaztelumendi y el guión de Xabier Urmeneta, basándose en la labor de investigación llevada a cabo en Villabona. El documental ha sido promovido por la Diputación Foral de Gipuzkoa y se trata de un proyecto audiovisual piloto extrapolable a otros lugares. En el mencionado documental, varios estudiantes jóvenes realizan preguntas a personas mayores sobre la guerra en lugares significativos del municipio.

Una de las conclusiones más importantes de la investigación es la siguiente: el Ayuntamiento de Villabona se posicionó a favor de Franco. No son pocos los informes emitidos por el Ayuntamiento contra vecinos de Villabona, muchos de los cuales están firmados por Juan Barbe.

“No queríamos que este tema fuese solo de los tres, y comenzamos a pensar en la forma de transmitir todo este conocimiento” dice Amenabarro. La pasada primavera, organizaron una exposición en colaboración con el Ayuntamiento y con la Diputación, con el fin de divulgar la información adquirida, dirigida sobre todo a centros educativos. A pesar de que su duración estaba prevista inicialmente en 15 días, se prolongó tres semanas más. 700 personas acudieron a la exposición: algunos motivados por la curiosidad, otros por el asombro que causan este tipo de sucesos. La mayoría se hacía la misma pregunta: ¿por qué?
El libro cuya publicación está prevista para fin de año bajo el título “Analizando las huellas del franquismo II. Verdades dolorosas” viene a responder esa pregunta. El objetivo de los autores es, entre otros, la actualización de listas y la realización de un mapa de la memoria. La obra asimismo incluye breves biografías de fusilados, detenciones, penas impuestas a mujeres, gudaris, desahucios...

Dos imágenes y una guerra en medio. Arriba, celebración en la plaza de Villabona, con la bandera republicana en el Centro Republicano ubicado detrás. A la derecha, el mismo lugar varios años más tarde; se ha colocado la bandera española y se está celebrando un desfile católico.

El Ayuntamiento de Villabona denuncia a sus vecinos

Una de las conclusiones más importantes de la investigación es la siguiente: el Ayuntamiento de Villabona se posicionó a favor de Franco. “La Falange se hizo con el control del ayuntamiento y puso al servicio de la guerra y de la venganza todos los recursos disponibles”. Según Amenabarro, en el municipio mandaban determinadas familias poderosas, el resto engrosaban la “lista de los pobres”. No son pocos los informes emitidos por el Ayuntamiento contra vecinos de Villabona, muchos de los cuales están firmados por Juan Barbe: "indeseable; de ideas extremistas; demostraba su izquierdismo; nacionalistapropagandista…" Los denunciantes informaban detalladamente a la Falange y a las cárceles. Muchos pagaron caro su compromiso.
El caso de Valeriano Saizar Arteaga es significativo. Militante del PNV, además de ostentar cargos políticos en el Ayuntamiento, era empresario, y católico. El 16 de agosto de 1936, los franquistas irrumpen en Villabona, y Saizar huye. Su hija Carmen estaba casada con Jose Inazio Lizaso –cónsul del gobierno de Agirre en Londres– y fue él quién le ayudó a huir a Bibao. Sin embargo, en su huída, le asaltó un pensamiento: “por qué tengo que huir si no he hecho nada”. Se detuvieron en Getaria e intentó regresar con la ayuda de la familia Balentziaga, pero  fue apresado. Fue trasladado a un campo de concentración ubicado en Lasarte y permaneció allí varios meses, hasta que fue fusilado en el alto de Orio el 9 de octubre. Tenía 72 años.
Amagoia Gurrutxaga Uranga recoge en su libro “Zarauzko postalak” el testimonio de Maria Zulaika del caserío Beobate de Orio. Por aquellas fechas, los carlistas obligaron a su padre y a su hermano a cavar un hoyo a los pies de unas acacias en el alto de Orio para enterrar, según parece, a unos alcaldes: Pero no pudieron enterrarlos, porque no había tierra debajo de las acacias. “Según parece, echaron algo encima y los abandonaron allí mismo”. Los familiares se llevaron los cuerpos, pero la familia de Saizar nunca ha sabido donde descansan sus restos.
Benito Berasaluze no corrió esa suerte, pero pasó las de Caín. Fue uno de los dirigentes de izquierdas de Villabona, de amplia formación intelectual, y capitán del Batallón Carlos Marx del ejército vasco. Tras su detención en Asturias, los franquistas aprovecharon las acusaciones realizadas por el Ayuntamiento de Villabona para su encarcelación. Estuvo en nueve prisiones, en muy malas condiciones, y fue condenado a pena de muerte. Tras siete años, fue puesto en libertad y se exilió, huyendo del ambiente hostil de la posguerra. Regresó a Villabona en la década de los cincuenta.  En una fotografía tomada en aquella época en una sidrería, posa al lado de Juan Barbé, el alcalde falangista que lo denunció. “En la vida hay que seguir adelante”, suele decir su hija observando la fotografía.

Un doble castigo impuesto a las mujeres

La trinchera de Belkoain

Aranzadi ha hallado restos de la guerra civil en el monte Belkoain de ADUNA. En los campos de trabajo organizados en 2013, se hallaron trincheras organizadas por la resistencia republicana; este verano se han recuperado casquillos y diverso material bélico. En colaboración con la Universidad Vasca de Verano, por otro lado, se van a celebrar jornadas para dar a conocer el contexto histórico de estos hallazgos.
La creación del sistema defensivo de Belkoain tiene su origen en la toma de Tolosa por parte de las tropas franquistas en agosto de 1936. Los milicianos combatieron en Belkoain bajo el mando del capitán Kandido Saseta.

El franquismo impuso a las mujeres su particular sharia, castigándolas si no cumplían con un rol y una función social determinada, y no solo durante la guerra. Por ejemplo, la villabonatarra Paula Iraola fue encarcelada durante tres meses por abortar.  Al poco tiempo, fueron procesadas dos vecinas de Villabona acusadas de “infanticidio”.
Por lo tanto, recibieron un doble castigo por el hecho de ser mujeres, y más aún, por ser nacionalistas o izquierdistas. En 1936, ante la eminente irrupción de los requetés en Villabona, el marido de Antonia Astiasaran tuvo que huir, ya que era comunista y sabía lo que le esperaba. Astiasaran, en cambio, se quedó en Villabona.  ¿Cómo le iban a hacer daño estando embarazada? Abortó a consecuencia del aceite de ricino que le obligaron a ingerir.
Evarista Sasiaimbarrena también sufrió lo indecible. Fue Secretaria de Emakume Abertzale Batza –Asociación femenina del Partido Nacionalista Vasco–. La mencionada asociación tuvo mucha fuerza en Villabona durante la república, con 170 afiliadas en un municipio de 1.900 habitantes. En una ocasión el alcalde le ordenó colocar la bandera española y otros ornamentos en el balcón:  “Ella le contestó que no, que no iba a colocar la bandera –dice Amenabarro–. Fue detenida y obligada a recorrer diez veces, de principio a fin, la Calle Nueva, mientras la gente aplaudía. Había vecinos de Tolosa. En Villabona ya se tenía conocimiento de ese suceso, nosotros hemos procedido a su documentación y a su localización en el mapa, y a la identificación de los responsables de aquel episodio”.
El alcalde Barbé reconoció lo sucedido por escrito en el consejo de guerra iniciado contra varias mujeres acusadas de ser “nacionalistas exacerbadas”:“El declarante la hizo llevar una bandera española y haciéndola gritar continuamente el ¡Viva España!”. Evarista Sansiaimbarrena fue trasladada a la cárcel de Ondarreta. Así fue como pagó su desobediencia.
Aritza Kultur Elkartea ha recogido testimonios parecidos en la localidad. A veces, sin embargo, han recibido informaciones contradictorias. La mayoría de los familiares de las víctimas, no tenían ningún documento sobre los sucesos de aquella época, “muchos han intentado olvidarlos y superarlos”. Ante los expedientes e informes oficiales mostrados, muchos me han dicho visiblemente emocionados: “Me has traído una parte de mí”.